En Malaui, conectarse a Internet ha sido una larga lucha contra corriente. Para muchos, la Internet ha sido menos un servicio básico y más un lujo distante, especialmente en las comunidades rurales, donde los datos móviles pueden costar hasta $2,70 por gigabyte y con un una baja velocidad. La mayoría de las escuelas no tienen conectividad en absoluto. La mayoría de los hogares no tienen teléfonos inteligentes, y la mayoría de las personas no tienen acceso a herramientas digitales, mucho menos a la economía digital.
Pero al día de hoy, a lo largo del norte de Malaui, algo extraordinario está tomando forma: una red que no solo conecta a escuelas, sino a comunidades enteras. Y lo hace de forma sostenible, gracias a un modelo de negocios que coloca a los proveedores de servicios de Internet hiperlocales en el centro de la solución.
Esta es la historia de cómo unconnected.org, con el apoyo del Programa de subvenciones BOLT de Internet Society Foundation, está ayudando a los habitantes de Malaui no solo a conectarse a Internet sino a permanecer en línea.
Dos metas, un modelo: acceso y propiedad
Desde el inicio, el proyecto en el norte de Malaui se propuso hacer dos cosas:
- Proveer de acceso a Internet significativo a estudiantes y educadores en escuelas rurales
- Crear un modelo de negocios autosostenible gestionado por emprendedores locales y proveedores de servicios de Internet (ISP)
El proyecto buscaba empoderar a la comunidad local para garantizar la sostenibilidad en el futuro.
En el corazón del modelo se encuentran las escuelas. Estas funcionan como centros de Internet, equipados con enrutadores, servidores y conectividad satelital. Estas escuelas reciben acceso a Internet de manera gratuita, permitiendo a los estudiantes y profesores usar las herramientas de aprendizaje digital y acceder a contenido en línea todos los días.
Pero no termina en las puertas de la escuela. A través de una red Wi-Fi en malla, la señal de Internet se extiende a la comunidad circundante, donde los residentes pueden comprar acceso prepagado por una fracción de lo que solían costar los datos móviles.
Conectividad a $0,20— y lo que eso compra
La mayor parte de las personas ubicadas en las zonas del proyecto nunca han experimentado Internet rápido y asequible. Eso cambió cuando Fast Networks, un ISP ubicado en Karonga, introdujo los vales de prepago: pequeños paquetes de datos por tiempo que se vendían por alrededor de $0,20 cada uno. Los vales ofrecían seis horas de Internet de alta velocidad sin límites, suficiente para que las familias navegaran, transmitieran, buscaran y aprendieran sin gastar demasiado.
Las ganancias de estos vales no van a parar a una corporación distante. Se quedan en la comunidad.
«Queríamos que las personas se apropiaran de la conectividad a Internet», explica Barros Mweso, cofundador de Fast Networks. “Así es cómo creamos el modelo. Cada vale que compras apoya a tu escuela. Apoya la red. Permite que todo siga funcionando».
Los emprendedores locales, muchos de ellos capacitados a través el programa, mantienen la infraestructura, monitorean el uso y hacen crecer la base de clientes. A cambio, obtienen un ingreso, crean negocios locales y ayudan a los vecinos a conectarse.
Gracias al proyecto:
- 63 comunidades y más de 70 escuelas ahora están conectadas
- 600.000 personas viven cerca de una conexión asequible a Internet
- Más de 68.000 estudiantes asisten a una escuela conectada
- Las velocidades de Internet pasaron de <1 Mbps a hasta 50 Mbps
- El costo del acceso se redujo más de un 90 %
Nuevas herramientas para aprender
Dentro de las aulas, el cambio ha sido profundo. Los profesores ahora tiene acceso a herramientas en línea, programas de estudios y videos educativos. Los estudiantes pueden buscar información sobre temas que van más allá de los libros de texto.
«Los estudiantes están más interesados. Tienen ganas de aprender», afirma Alifane Msowoya, docente de una de las escuelas conectadas. «Internet me ayuda mucho, y luego yo ayudo a mis alumnos».
Para muchas jóvenes en particular, el acceso a Internet les ha abierto una puerta. Una estudiante, Ruth Mwenelupembe, sueña con convertirse en periodista.
«Me gusta mucho el inglés, la geografía y la biología», comenta. «Cuando podemos usar la computadora, es muy bueno para nuestra educación. Todas las mujeres tienen derecho a usar esa tecnología. Podemos aprender mucho de esas cosas».
Desafíos: dispositivos, distancia y confianza digital
Uno de los mayores obstáculos ha sido la escasez de dispositivos. Muchas comunidades tenían una penetración de teléfonos inteligentes inferior al 20 %. Aunque ahora Internet está disponible, no todos tienen las herramientas para su acceso.
El equipo del proyecto está explorando futuras soluciones, como microfinanciamiento para dispositivos reacondicionados, servicios de reparación local, y capacitación en el uso de dispositivos.
Otra enseñanza provino del aula. Muchos profesores, especialmente mujeres, carecían de la confianza o las habilidades digitales para adoptar totalmente la enseñanza en línea. Algunos expresaron su preocupación por la seguridad en Internet, incluyendo el temor a la exposición a contenidos dañinos.
El equipo respondió implementando capacitación sobre fundamentos de TI, sesiones de seguridad digital, y herramientas de filtración de contenido en todas las redes escolares. Estos esfuerzos ayudaron a los profesores, y particularmente a las educadoras, a sentirse más seguros y más empoderados para usar herramientas digitales en su trabajo.
«Las niñas necesitan ver a las profesoras usando la Internet con confianza», apuntó el equipo de the unconnected.org «Ahí es cuando veremos una transformación real».
Sostenibilidad: la verdadera medida del éxito
Este proyecto no trataba solo de conexión, sino de continuidad.
El objetivo no era conectar algunas escuelas y marcharse. El objetivo era probar que con el modelo correcto, la conectividad puede convertirse en un servicio, un medio de vida y una empresa gestionada a nivel local.
Y está funcionando.
- Los ISP locales mantienen las redes
- Las ventas de los vales cubren los costos en curso
- Las escuelas ya no dependen de financiamiento externo para permanecer en línea
- Las comunidades han conseguido no solo acceso, sino propiedad
El modelo también está evolucionando. La siguiente fase podría incluir el cambio de la red Wi-Fi en malla a la distribución de última milla en 4G, que tiene mayor alcance y penetra más fácilmente en las paredes, lo que la hace más adecuada para hogares y pequeños negocios.
En conclusión
Cuando los estudiantes pueden acceder a los conocimientos del mundo, pueden soñar en grande. Cuando los profesores se sienten apoyados, pueden enseñar con mayor confianza. Y cuando una comunidad es propietaria de su Internet, es dueña de su futuro.
La conectividad no es el objetivo final, es el comienzo.
Y en el norte de Malaui, ese comienzo se ve prometedor.